Cuentan que los espectadores que asistieron a la primera sesión del cinematógrafo de los hermanos Lumière, allá por finales del siglo pasado, huyeron despavoridos de la sala por temor a que les arrollase el tren que aparecía en la pantalla.Sensaciones similares, manifestaron nuestros profesores cuando recibimos la visita de José Vicente y Marta, nuestros formadores del proyecto Ipad, y les pidieron que describieran sus sentimientos al recibir sus nuevas tablets. La mayoría reconoció miedo a equivocarse, a romper el aparato, a que los alumnos, nativos digitales, supiesen manejar la tecnología con más eficacia que los profesores.
Sin embargo, a medida que avanzaba la sesión y nos explicaban todas las posibilidades que nos ofrecían las tablets, todo los muros que podíamos derribar, todos los caminos que podíamos abrir, el miedo inicial se fue disipando poco a poco y otra emoción fue inundando la sala, la ilusión por descubrir y empezar algo nuevo empezó a anidar en nuestros profesores, especialmente cuando nos recordaron cuál era nuestro papel, y cómo nos habíamos ido adaptando a otros cambios anteriores.
La sesión no se limito a una exposición de apps, ni a un publirreportaje sobre las bondades de Apple, fue una charla entre colegas, que tienen el mismo objetivo, hacer que nuestros alumnos tengan a su alcance todos los recursos que les permitan ser felices en su porvenir.
Todo camino de mil kilómetros se inicia con un pequeño paso, lo desconocido nos puede inquietar, pero también tuvo miedo nuestro primer antepasado que salió de las cavernas y ni él podría soñar que sus descendientes llegarían a dejar sus huellas en la luna.
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